Después de haber echado un vistazo a la más que interesante biografía de Baudelaire, es el momento perfecto para recordar algunas de sus mejores frases, ejemplo sin igual de agudeza, ingenio y elegancia.
Hay que estar siempre ebrio. Nada más: ése es todo el asunto. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que os fatiga la espalda y os inclina hacia la tierra, tenéis que embriagaros sin tregua. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como queráis. Pero embriagaos.
El juego del amor es horrible, en el es preciso que uno de ambos jugadores pierda el gobierno de sí mismo.
Creo que hay pocos ejemplos de una vida más dilapidada que la mía.
¿Qué es el amor? El anhelo de salir de uno mismo.
Dios sería injusto si nosotros no fuéramos culpables.
Para conocer la dicha hay que tener el valor de tragársela.
El amor es un crimen que no puede realizarse sin cómplice.
La maldad sucede sin esfuerza, natural, inevitablemente. La bondad es fruto de la práctica.
Ser un hombre servil siempre me ha parecido una cosa repugnante.
A cada minuto nos sentimos aplastados por la idea y la sensación del tiempo. Y no hay más que dos recursos para escapar a esa pesadilla, para olvidarla: el placer y el trabajo. El placer nos gasta. El trabajo nos fortifica. Elijamos.
Dios es el único ser que para reinar no tuvo ni siquiera necesidad de existir.
En un acto social, cada uno disfruta de los demás.
Un hombre sano puede pasar dos días sin comer, pero no sin poesía.
¡No renuncies jamás a tus sueños, los cuerdos nada saben del sueño admirable de un loco!
¡Hombre libre, siempre adorarás el mar! El mar es tu espejo; contemplas tu alma en el desarrollo infinito de su oleaje, y tu espíritu no es un abismo menos amargo.
Habría que añadir dos derechos a la lista de derechos del hombre: El derecho al desorden y el derecho a marcharse.
Hay que ser sublime sin interrupción.
La soledad es el estado propio del genio y del elegido.
La irregularidad, es decir, lo inesperado, la sorpresa o el estupor son elementos esenciales y característicos de la belleza.
¿Qué es el arte? Prostitución.
Todos los imbéciles de la burguesía que pronuncian las palabras: inmoralidad, moralidad en el arte y demás tonterías me recuerdan a Louise Villedieu, una puta de a cinco francos, que una vez me acompañó al Louvre donde ella nunca había estado y empezó a sonrojarse y a taparse la cara. Tirándome a cada momento de la manga, me preguntaba ante las estatuas y cuadros inmortales cómo podían exhibirse públicamente semejantes indecencias.
Solo son grandes entre los hombres el poeta, el sacerdote, el soldado. El hombre que canta, el hombre que sacrifica y que se sacrifica. El resto es digno del látigo. Desconfiemos del pueblo. del buen sentido, del corazón. de la inspiración y de la evidencia.
El amor puro es un sol cuya intensidad absorbe todas las demás tareas.
No hay gobierno más razonable que el de la aristocracia. Monarquía o república basadas en la democracia son igualmente absurdas y débiles.
Jamás es excusable ser malvado, pero hay cierto mérito en saber que uno lo es.
Lo bello es siempre raro.
Lo que no es ligeramente deforme presenta un aspecto inservible.
La risa es satánica, por lo tanto, es profundamente humana.
El dandy debe vivir y morir ante el espejo.
Despiadada dictadura la de la opinión en las sociedades democráticas.
El dolor es la única nobleza.
La jugada más hermosa del diablo es persuadirte de que no existe.
La fatalidad posee cierta elasticidad que se suele llamar libertad humana.
Se debe trabajar, si no por inclinación, por desesperación, ya que, bien probado, el trabajo es menos aburrido que divertirse.
¿Qué le importa la condena eterna a quien ha encontrado por un segundo lo infinito del goce?
Lo que hay de embriagador en el mal gusto es el placer aristocrático de desagradar.
Dios creó al gato para que el hombre pudiera acariciar al león.
Consentir que nos condecoren es reconocer al Estado o al príncipe el derecho de juzgarnos, ilustrarnos, etc.
Esta vida es un hospital en el que cada enfermo está poseído por el deseo de cambiar de cama.
¡Ay, los vicios humanos! Son la prueba de nuestro amor por el infinito.
El más irreparable de los vicios es hacer el mal por necedad.
El odio es un borracho en el fondo de una taberna, que constantemente renueva su sed con la bebida.
Todo el mundo es experto en juzgar a los otros, todo el mundo es bárbaro cuando es juzgado.
¿Quiénes son los infortunados a quien la tarde no calma, y toman, como los búhos, la llegada de la noche por señal de aquelarre?
El alma es cosa tan impalpable, tan inútil a menudo, y en ocasiones tan molesta, que, al perderla, no sentí más que una emoción algo menor que si hubiera extraviado, yendo de paseo, una tarjeta de visita.
¡La desgracia grande de no poder estar solo!, dice en algún lado La Bruyère, como para avergonzar a todos los que corren a olvidarse entre la muchedumbre, temerosos, sin duda, de no poder soportarse a sí mismos.
Cielo o infierno, ¿acaso importa?
Hay mujeres que inspiran deseos de vencerlas o de gozarlas; pero esta infunde el deseo de morir lentamente ante sus ojos.
Lo que crea el espíritu está más vivo que la materia.
La inspiración es trabajar todos los días.
En el color se encuentran la armonía, la melodía y el contrapunto.
El veneno del poder enerva al déspota.
En un hombre maduro el gusto por la concentración debe reemplazar al de la dispersión.
Sólo se puede olvidar el tiempo sirviéndose de él.
Una gran sonrisa es un bello rostro de gigante.
Me gustarían los campos rojos, los ríos amarillos y los árboles azules. La naturaleza carece de imaginación.
Esa necesidad de olvidar su yo en la carne extraña, es lo que el hombre llama noblemente necesidad de amar.
Aquel que nunca despertó en un lecho anónimo, al lado de un rostro que ya no volverá a ver; y no salió de un burdel al alba, con ganas de tirarse a un río por asco físico de la existencia, se ha perdido algo.
El diablo mueve los hilos que nos hacen bailar.
Apenas puedo concebir una clase de belleza en la que no haya horror.
He cultivado mi histeria con placer y terror.
Sé siempre poeta, incluso en prosa.
La genialidad no es ni más ni menos que la infancia recuperada a voluntad.
Recordar es otra forma de sufrir.
Si el mundo no existe, invéntalo. Pero primero asegúrate de que no existe.
La vida sólo tiene un verdadero encanto, el de jugar, pero ¿qué pasa si nos da igual ganar o perder?
Extrae lo eterno de lo efímero.
Soy un cementerio despreciado por la luna.
¿Qué le importa una eternidad de condena a quien ha disfrutado, aunque sólo fuera un segundo, un infinito de placer?
No busques más mi corazón, las bestias lo han devorado.
No puedo entender cómo un hombre de honor puedo coger el periódico sin sentir un escalofrío de disgusto.
La felicidad es una multitud de pequeños placeres.
El que mira por una ventana abierta ve menos cosas que el que mira a una cerrada.
De niño sentía en mi corazón dos sentimientos contradictorios, el horror de la vida y el éxtasis de la vida.
Me dispuse a descubrir el porqué de las cosas, y a transformar mi placer en conocimiento.
Los verdaderos viajeros son aquellos que parten sólo para estar partiendo; con los corazones ligeros como globos. Nunca se libran de su destino y sin saber por qué siempre dicen ¡adelante!
El baile revela todo lo que está en la música. El baile es poesía hecha con brazos y piernas.
Manejar una lengua con maestría es practicar una suerte de magia de la evocación.
Siempre me parece que me sentiría mejor en otro lugar.
A través de lo desconocido llegamos a lo nuevo.
Incapaz de deshacer el amor, la Iglesia encontró una forma de descontaminarlo, el matrimonio.
La música sondea los cielos.
El sentido común nos enseña que las cosas terrenales sólo existen a medias, que la verdadera realidad está en los sueños.
El estudio de la belleza es un duelo en el que el artista grita antes de su derrota.
Progreso, la gran herejía de los degenerados.
Glorificar el culto a las imágenes, mi primera, mi única, mi mayor pasión.
Cuanto más cultiva un hombre las artes, menos se excita.
La modernidad es la mitad del arte, la parte fugitiva y transitoria.
Siempre me ha sorprendido que las mujeres pudieran entrar a las iglesias. ¿Qué clase de conversación pueden tener con dios?
Hemos hecho psicología como el loco, quien empeora su locura tratando de entenderla.
El hombre libre siempre celebra el mar.
Tú me das barro y yo lo convierto en oro.
¿Para qué vale terminar proyectos, cuando el proyecto es placentero?
Para el mercader, incluso la honestidad es una mercancía.
No hay placer más dulce que sorprender a alguien dándole más de lo que esperaba.
El observador es un príncipe que disfruta de incógnito en todas partes.
Un artista es artista gracias a su exquisito sentido de la belleza.
Las mujeres no saben cómo separar el alma del cuerpo.
Miguel A. Álvarez, escritor, traductor y redactor. Su primera novela, Vida de perros, ganó el I premio Corcel Negro de Literatura. Su cuento Verano del 88 ha sido distinguido con la mención de honor en el 66º Premio Internacional a la Palabra 2019. Su cuento Balbodán ha sido finalista del XIX Concurso Cuento sobre Ruedas 2019. Escribe en las revistas Quimera y Descubrir la Historia y colabora con los magazines Letralia, Revista de Historia y Maldita Cultura.
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